lunes, 27 de octubre de 2014

Centenario de Platero y yo, la obra cumbre de Juan Ramón Jiménez



Todavía no habíamos hablado en este blog de una de las grandes efemérides de este año 2014, y es que no sólo Quino y Mafalda están de aniversario. Juan Ramón Jiménez y su Platero también están de cumpleaños.
En 1914 se publicó la obra cumbre de este onubense ilustre: Platero y Yo. “Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos”, es quizá uno de los inicios más conocidos de nuestras letras y el tierno burrito Platero es, junto a Rocinante, uno de los animales más entrañables de la literatura.
Platero y yo es la tercera obra más traducida a diferentes idiomas del mundo después de la Biblia y El Quijote. De entrada es un libro difícil de clasificar ya que se podría decir que reúne dos géneros literarios, el lírico y la novela. Algunos lo califican de relato poético, otros de poemas en prosa.
Su contenido cuenta la vida y muerte del burro Platero. Destaca en su estilo el vocabulario, que incluye palabras inventadas y palabras propias del léxico andaluz, usa la interrogación retórica, la admiración y los puntos suspensivos.
La obra estaba destinada a formar parte de una colección titulada “Biblioteca de la Juventud” en las publicaciones de la Lectura. A pesar de ello, el poeta no la escribió para niños y es por ello, según decía Eugenio D’Ors, que “los niños adorarán Platero y yo” porque no ha sido escrito con premeditación para ellos.”
Han sido muchas las ediciones que se han sucedido de esta obra y es Platero, tal vez, el animal más dibujado de todos. Incluso tiene una estatua en Moguer, tierra natal de Juan Ramón Jiménez.
A lo largo de este año, tanto la Junta de Andalucía, como la Diputación de Huelva, así como el Ayuntamiento de Moguer, han organizado celebraciones y festejos para homenajear esta obra. Así mismo, la Junta de Andalucía ha creado una web dedicada a la obra y su autor y se ha lanzado una edición especial de la obra.
Todo es poco para la obra cumbre de este Premio Nobel andaluz.
http://youtu.be/KyrHTdKn7vA


75º aniversario de la muerte de Antonio Machado



Estamos en el 2014, año en el que se cumple el 75º Aniversario del fallecimiento de uno de los grandes de la poesía española del s. XX, Antonio Machado, una figura clave y fundamental en el desarrollo posterior del género poético. Quien más y quién menos recuerda, aun inconsciente de su autoría, versos del sevillano, como el «caminante no hay camino» o la «España de charanga y pandereta». Antonio Machado se ha erigido con el paso del tiempo como el poeta de mayor influencia en la literatura española de los últimos tiempos. Su obra es un continuo referente para generaciones y generaciones que han bebido de su poesía y que han homenajeado su figura de forma incesante en poemarios o han dedicado estudios a su poética e ideas estéticas. Las estampas impresionistas que dejó de Soria, la expresividad nostálgica y melancólica atravesada por el paso del tiempo, fueron y son hoy día ejemplos de una expresividad poética incomparable.
De entre los distintos homenajes que Antonio Machado ha recibido, hay uno que ha pasado inadvertido y que, sin embargo, recupera al poeta de manera especialísima. Ha pasado desapercibido porque no aconteció el 22 de febrero, día pleno del Aniversario de la muerte en Colliure, sino el 23 de abril, en pleno Día del Libro. Habló de la presentación de Antología Poética (Mundi Book Ediciones, 2014) de Héctor Martínez Sanz. Y es especial, más que cualquier otra, porque en el libro la presencia de Antonio Machado es notoria en todas las perspectivas posibles.
Lo primero de todo, hay que señalar que Antonio Machado no es una nota marginal en la poesía de Héctor Martínez, quien posee un conocimiento directo de la obra de aquél. No le llega por terceros, por lecturas ya volcadas, sino por la experiencia personal e intransferible de la poesía machadiana. Ya en la nota introductoria afronta la definición o esencia de su lírica en los mismos términos que hiciera Machado: «soy clásico y romántico, si por la pregunta machadiana entendemos todo lo que dicen no es de hoy sino de ayer»; al mismo tiempo, la justificación del libro también corre por cuenta de un verso de Machado, dirigido a Guiomar: «Se canta lo que se pierde». Desde el inicio mismo del libro, en ese preámbulo, Héctor Martínez deja noticia doble del poeta y abre el camino a que se comprenda mejor el porqué de la composición que va a recibirnos la primera, el Retrato.
Antonio Machado introducía su Campos de Castilla mediante un irónico Retrato, o mejor dicho, un autorretrato biográfico, ideológico y estilístico, y lo hacía mediante nueve serventesios alejandrinos. Héctor Martínez ejecuta una variación de serventesios y cuartetos alejandrinos asonantes y amplía la extensión del conjunto a nueve partes en las que quedan diferenciados los siguientes temas: biografía desde la infancia hasta el momento presente, nostalgia de lo ido y su cambio, influencias literarias, estudios académicos y crítica de la universidad, crítica de la poesía joven contemporánea y posicionamiento de la suya, actitud intelectual, experiencia vital de la muerte y mirada hacia el futuro. Observemos tres instantes de cada Retrato que reflejen el elaborado paralelismo.
Si Antonio Machado lanzaba el dardo a su época:
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna
Héctor Martínez es más directo en su crítica a las tendencias de la suya, y no se muerde la lengua:
He roto con el verso del arte liberado,
con los fríos acentos, espinas de rosales
sin flor, hirientes y clavadas como puñales
sobre el alto tallo; como huraño badajo
sin elevada torre, campana o campanario
(…)
Hoy, lo clásico queda grande, falta dar talla,
falla la percha para los trajes carcomidos,
escasean poetas y abundan peregrinos
ignorantes, tunantes literarios, canallas.
Machado abandonaba el modernismo preciosista y usaba para declararlo el alejandrino y la metáfora ornamental que trabajaban aquéllos. Del mismo modo, Héctor reacciona mediante métrica y retórica que echa a la cara del poeta actual. Este paralelismo, que desde el principio puede reseñarse con las evocaciones de la infancia, prosigue también respecto de la actitud intelectual y, más aún, respecto de la actitud vital. Así, cuando Machado afirma:
Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Tiene un eco en Héctor Martínez quien entiende la poesía como autenticidad y mismidad, más allá de la simple palabra y más cerca del soliloquio, del preguntarse a uno mismo:
Yo, sin embargo, descubrí la mezcla perfecta,
la expresión mistérica del blancor de los huesos:
¿Por qué se nace, se vive, se muere con fecha
intencionadamente oculta a los ojos nuestros?
(…)
Para todo esto, la palabra era estéril, hueca,
insuficiente en la superficie nominal.
Finalmente, por indicar un tercer momento paralelo, observamos que en la parte final de ambos texto surge la invocación de la futura muerte de la que se tiene conciencia. Lo que en Machado es «la nave que nunca ha de tornar», en Héctor Martínez se versifica en un lenguaje menos metafórico e incluso añade un apunte metaliterario de la figura de Delibes:
Ya conozco aquel significado del silencio,
del secreto que sellan los nombres en las lápidas,
ya sé el porqué se va en procesión al cementerio
casi cualquier día en los siete de la semana.
Sí, sé que la sombra del ciprés es alargada.
Sin embargo, en Héctor Martínez la muerte no es la última mención del poema, sobre ella se eleva la vejez como auténtico terror vital, expresado en una curiosa interrogación retórica que encierra un pleonasmo del absurdo: «Preguntándome, ¿cuándo llegaré a la vejez?», cuestión que plantea el momento temporal de un hecho temporal mismo, como si la vejez pudiese acontecer en cualquier instante, como si tan sólo fuese la sala de espera de la muerte, un suceso que sobreviene a cualquier edad. Para entender este aparente absurdo, debemos recurrir a una de sus primeras obras, Comentarios a Unamuno: «No entienden que la muerte puede sobrevenirme ahora y no siempre en un luego; no saben ver que la muerte va de la mano de la vida y no de la ancianidad. (…) no quieren asumir que la muerte afecta a lo vivo sin distinción: lo mismo a ancianos que a jóvenes. (…) y si puedo morir hoy, ¿a santo de qué voy a ser más joven que viejo a mi edad?». Rechaza con ese verso, pues, la actitud que asume la muerte y la vejez unidas en un horizonte existencial que siempre se reserva para el mañana dentro de una sociedad que ensalza estúpidamente como virtud la juventud y la novedad continua, algo imposible lo primero por la naturaleza temporal misma y algo ingenuo lo segundo por la condena a lo efímero de toda creación.
No acaba aquí la presencia de Machado, en las dos evocaciones de la introducción y en el Retrato, sino que se desarrolla a lo largo de las páginas. Atendamos a los conjuntos Antonio Machado, apócrifo y A Soria, en los que se evidencia con la misma claridad, por un lado el Machado de las Soledades y, nuevamente, el Machado de Campos de Castilla.
Efectivamente, en Antonio Machado, apócrifo el motivo de la frase perdida «Estos días azules, y este sol de la infancia» encontrada en el abrigo del recién fallecido, es empleada por Héctor Martínez para recrear una atmósfera modernista y próxima a las Soledades. Se reconocen rápidamente la adjetivación melancólica (seco, pardo, soñoliente, clara), la sustantivación simbólica (fuente, agua, ruiseñor), el tono reflexivo dolorido nacido de una pena nostálgica por un tiempo pasado irrecuperable, el ambiente crepuscular… La idea principal que subyace al grupo consiste en crear posibles composiciones que siguieran a ese verso desde un Antonio Machado nostálgico, envejecido, cansado y exiliado en tierra francesa, obligado a huir de España; un Antonio Machado inexistente que completara el verso huérfano. Aparece el término ‘apócrifo’ en el mismo sentido en que el sevillano diera vida a Juan de Mairena, Abel Martín, Jorge Meneses, y tantos otros, incluido un apócrifo de sí mismo -por tanto, el apócrifo ideado sobre Machado no es una invención, como pudiera creerse, de Héctor Martínez, sino del propio Antonio Machado-; el sentido que hace que la verdad también pueda inventarse y que escinde la igualdad entre identidad y realidad heredada del idealismo, razón por la que el ‘yo’ íntimo se vuelve una categoría vacía y sin sentido. El apócrifo es, de tal modo, uno de los posibles Machado continuando de varias maneras posibles una misma frase, que actúa como hecho detonante. Es la propia teoría del apócrifo machadiana la que fundamenta el origen de este conjunto, en modo alguno desde la verdad o la realidad o la identidad, sino desde la nuda posibilidad y de fingimiento similar al pessoano.
El caso de A Soria es más particular, pues no parte sólo de la lectura directa de Machado. El motivo es un viaje a Soria por el que Héctor obtiene la experiencia real del paisaje soriano y de los rincones y motivos que Machado contemplara y usase. Y los absorbe impregnados de la emoción machadiana. Por ello que sean los estados del ánimo el centro del primero titulado Orilla del Duero:
En la paciente tierra castellana,
frente al Duero
con su agua en el alma,
con su rumor en juego,
entre piedras empapadas,
melancolía, hastío, recuerdos.
No otra evocación que la poesía de Machado, y probablemente la de Gerardo Diego, se esconden en la alusión final de los siguientes versos:
pequeña Soria, Soria fría,
llena de poemas entre las ramas.
De igual manera, En la alameda tenemos una composición narrativa que bebe de Machado y que emplea el paisaje como origen de una actitud reflexiva e inductiva que sugiere, con el atardecer, un pensar sobre el paso del tiempo y la muerte, apenas referenciada con verbo en futuro y un pronombre átono final:
¡Saber que llegará el mañana
aunque me detenga en esta Alameda!
Que vendrá sin que yo me mueva
y me será imposible esquivarla.
Se trata de una similar imagen que Machado representaba en Campos de Soria entre el Duero y el Álamo, la juventud risueña y dinámica frente al adulto estático y clavado por los años. El álamo es el árbol que simboliza la vida, el amor y el paso del tiempo unido al río en el sevillano. Consciente de ello, Héctor Martínez hilvana el mismo símbolo de forma plástica. La luna sube mientras el sol baja, él se sienta en un banco de madera mientras de fuentes y del río el agua brota y se mueve, mientras la noche le sorprende a la espalda. Toda la naturaleza es movimiento, es paso y tránsito. Por otro lado, él está sentado, quieto, en la alameda, tanto como los árboles. Contrastan así dinamismo y quietud, sugiriendo las ideas de tiempo, vida y muerte. Con el mañana llegará eso «que vendrá», lo que será imposible de esquivar, la muerte.
Pero si hay un símbolo obvio de la Soria de Machado es el Olmo seco. Héctor Martínez observa el mismo olmo al que invoca, tantos años después. En Machado era el olmo viejo y centenario con algunas hojas verdes, por el que trepan las hormigas y las arañas tejen sus telas, el olmo que muriendo es símbolo de la posibilidad de una recuperación en un último aliento de vida. Así expresaba Machado su lamento por una Leonor enferma y moribunda. En Héctor Martínez encontramos una continuación, donde ya aparece claramente la palabra cementerio, y donde las hormigas son clavos y las telarañas los ladrillos con que se intenta sujetar el árbol carcomido en los mismos abril y mayo en los que Machado esperó el «milagro de la primavera». Ahora el olmo ya no es viejo sino que al final del poema es «¡olmo muerto, olmo sin río!» cuya madera se ha vuelto inservible absolutamente. A lo largo del poema detectamos una gradación del olmo: seco, viejo, caído, muerto. Entre el primer adjetivo, que representa el tiempo de Machado, y el último, que marca el tiempo de Héctor, sucede todo lo demás. El eje del poema es, por tanto y una vez más, la temporalidad, y sitúa a ambos poetas a sus extremos, pasado y presente del olmo.
En último lugar hemos de fijarnos en la sección de Antología poética denominada Dichos y reflexiones. En ella reconocemos al Machado de Nuevas canciones, la forma completa de los Proverbios y cantares que Machado había comenzado en Campos de Castilla. Igual que para éste, para Héctor Martínez la forma sirve para la expresión en anotación breve y en verso de pensamientos e intuiciones de manera sentenciosa. Se trata de una concentración lingüística conceptual en la mayoría de casos. Veamos dos ejemplos de esa condensación:
Esto es todo lo que el alma crea:
una ilusión real
en una realidad pasajera.
——-
Me dices que la vida es sueño
y que ningún sueño se caza;
por eso de  niño pequeño
yo sólo soñaba.
En este conjunto advertimos una síntesis de muchos de los temas, reducidos a su expresión más concreta, sin desarrollo. La verdad, el amor, el tiempo, el arte, la alegría, la soledad, angustia existencial y el nihilismo, e incluso, en el último, la guerra en un poema más elaborado frente a la inmediatez del resto de la serie. Es la plasmación de la mera intuición del tema que apela en su forma concisa a la inteligencia del lector o, más aún, a la emoción. La similitud de preocupaciones entre Machado y Héctor es evidente al leer en el primero:
¿Dijiste media verdad?
dirán que mientes dos veces
si dices la otra mitad
Y en el segundo:
Al final ninguno dijo todo,
ni mentira, ni verdad.
(…)
Dime, si sabes, la verdad,
¿Por qué decírmela?
Tú sólo dímela.
Cabría decirse que los Dichos y reflexiones son el modelo de lo que el poeta cita de María Zambrano -quien probablemente pensaba en Machado al escribirlo- y que coloca al comienzo del libro: «El español solamente es capaz de encontrar su equilibrio así, sólo es capaz de conservar la fluidez de su vida por la poesía, por el conocimiento poético de las cosas y los sucesos que le incorporan a la marcha del tiempo». En la condensación de los versos se ve más el apunte y boceto del impacto de la realidad en el poeta, el momento inicial que habría de dar lugar a un poema más extenso y que, por contra, Héctor Martínez decide dejar en su mínima expresión fenoménica, en el instante en que lo percibe y aún no existe reacción por su parte, invitando a la reflexión del asunto más que a practicar su solución poética.
Después de todo lo analizado, son innegables la presencia de Machado y el profundo conocimiento que de su poesía muestra la obra de Héctor Martínez. Podríamos recorrer el resto de composiciones de esta Antología poética recién publicada y encontrarnos con detalles del sevillano por doquier, incluidos los aspectos estructurales en silvas y formas arromanzadas, coplas y romances de tono popular, predilectas de aquél. No haríamos sino seguir confirmando lo que ya ha quedado demostrado en este artículo, y es que era el mejor momento para que viera la luz este libro como un sentido homenaje poético a uno de los grandes de nuestra literatura desde quien, a nuestro juicio, aspira a compartir un mismo lugar en el olimpo de la poesía española. Y no me cabe duda de que, en esta línea, lo merecerá si no lo merece ya. Su Antología Poética, al menos, sitúa a Héctor Martínez en ese camino que ha empezado a otorgarle el reconocimiento de la crítica.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Poesía



MIGUEL HERNÁNDEZ
En la asociación cultural Guadalmesí queremos rendir un merecido homenaje en el centenario de su nacimiento a este extraordinario poeta. Estamos preparando una noche literaria para el mes de octubre centrada en su vida y obra poética.
Si quieres saber algo más de él, pincha en el siguiente enlace:
http://www.apuntesdelengua.com/blog/?page_id=2249
Homenaje a Miguel Hernández

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Jaime Herrero: "De los simposios de poesía salen los grandes asesinos en serie"

Sánchez Torre y Ruiz de la Peña destacan la potencia de la imaginería del pintor en la presentación de su poemario "La puerta del laberinto"

Carta de despedida de Gabriel garcía Marquez

"Se despide un genio"

Gabriel García Márquez se ha retirado de la vida pública por razones de salud: cáncer linfático. Ahora, parece, que es cada vez más grave. Ha enviado una carta de despedida a sus amigos, y gracias a Internet está siendo difundida.

Les recomiendo su lectura porque es verdaderamente conmovedor este corto texto escrito por uno de los Latinoamericanos más brillantes de los últimos tiempos. 


"Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.

Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.

Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen. Escucharía cuando los demás hablan y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate!

Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo, sino mi alma.

Dios mío si yo tuviera un corazón, escribiría mi odio sobre el hielo, y esperaría a que saliera el sol. Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, y una canción de Serrat sería la serenata que le ofrecería a la luna. Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado beso de sus pétalos...

Dios mío, si yo tuviera un trozo de vida... No dejaría pasar un sólo día sin decirle a la gente que quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer u hombre que son mis favoritos y viviría enamorado del amor.

A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse! A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido. Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres... He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.

He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrán de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.

Siempre di lo que sientes y haz lo que piensas. Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma. Si supiera que esta fuera la última vez que te vea salir por la puerta, te daría un abrazo, un0 beso y te llamaría de nuevo para darte más. Si supiera que esta fuera la última vez que voy a oír tu voz, grabaría cada una de tus palabras para poder oírlas una y otra vez indefinidamente. Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo diría "te quiero" y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.

Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré.

El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si el mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo. Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles "lo siento", "perdóname", "por favor", "gracias" y todas las palabras de amor que conoces.

Nadie te recordará por tus pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos. Demuestra a tus amigos cuanto te importan."





GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
 

martes, 17 de julio de 2012

Premio Luz de poesía

 




Tres miembros de la aociación "Guadalmesí": Mercedes Montano, Antonio Meléndez y Francsco Molina han sido el jurado de este XIX premio de poesía "Luz" convocado por la delegación de cultura del Exmo ayuntamiento de la localidad. A él han concurrido un total de 160 poemas de  los cuales huboe que elegir un primer y segundo premio. Despues de una lectura intensa y trabajada, hubo unanimidad en los tres miembros del jurado, concediéndose según el mismo los premios a los dos mejores trabajos, que expondremos aquí una vez sea dado el fallo por el Exmo ayuntamiento. Tener en cuenta que es muy difícil otorgar un premio en la poesía, ya que ésta es muy subjetiva.
Desde aquí agradecer al ayuntamiento el pensar en "Guadalmesí"para hacer de jurado en este premio y gracias a todos aquellos que habéis participado en el mismo, porque sin vuestros poemas, no existiría la cultura

http://www.tarifaaldia.com/index.php?opcion=39&id_new=6809

lunes, 1 de agosto de 2011

Premio Luz de poesía





Ya se conocen los ganadores del XVIII Premio Luz de poesia que organiza el Ayuntamiento de Tarifa.

En el siguiente enlace podrás leer más sobre esta noticia: